De Berlín Oriental a Tashkent: La contrarrevolución capitalista pisotea a las mujeres - Parte I

La restauración capitalista tuvo efectos devastadores en la clase obrera mundial y, en particular, entre las mujeres de los antiguos estados obreros deformados y degenerados. La primera parte de este artículo se centra en el deterioro de las condiciones de las mujeres en Alemania Oriental.

De Berlín Oriental a Tashkent: La contrarrevolución capitalista pisotea a las mujeres - Parte I

Mujer y Revolución

Publicado por Espartaco en colaboración con Women and Revolution (EE.UU.)

Como parte de nuestra perspectiva de ganar a las mujeres proletarias al trabajo de construcción del partido revolucionario de vanguardia y a la lucha por el socialismo, reivindicamos la tradición del trabajo entre las mujeres del Partido Bolchevique, el ejemplo de su revista Rabotnitsa (La obrera), y los principios de la Internacional Comunista (IC) de Lenin.

Con la presentación de las "Tesis sobre el trabajo entre las mujeres" al III Congreso en 1921 (traducidas en Spartacist [edición en español] No. 16, marzo de 1985), la IC fundó una sección especial para el trabajo entre las mujeres, involucrando a todas las secciones nacionales, fundándose así el Secretariado Internacional de las Mujeres de la Internacional Comunista, cuyo órgano internacional fue Die Kommunistische Fraueninternationale (DKF, La Internacional de las mujeres comunistas), dirigido por Clara Zetkin, mientras las secciones nacionales publicaron revistas femeninas nacionales o abrieron secciones de la mujer en sus órganos oficiales.

DKF daba una atención particular a la polémica contra la socialdemocracia y contra el movimiento feminista burgués. Después de que la clase obrera de Rusia tomó el poder en 1917, los bolcheviques buscaban demostrar concretamente que la precondición para la emancipación de la mujer es la sustitución de la familia en tanto unidad económica y social, mediante la socialización del trabajo doméstico y la realización de la igualdad en la educación y el trabajo. La plena liberación de la mujer requiere la realización de una sociedad socialista, sin clases, basada en la abundancia material.

El estalinismo, con su dogma del "socialismo en un solo pais", destruyó la Internacional Comunista como fuerza revolucionaria internacional. En 1925 DKF dejó de publicarse, siendo una de las primeras víctimas del estalinismo.

Hoy, con la publicación de artículos que representan las contribuciones de todas las secciones de la Liga Comunista Internacional (LCI), Women and Revolution, órgano de la Comisión por el Trabajo entre las Mujeres de la Spartacist League de los EE.UU., ha asumido el papel de un órgano de toda la LCI. Con la perspectiva de extender este trabajo, Espartaco da inicio a la publicación de artículos seleccionados bajo el rótulo de "Mujer y Revolución".

Después de la contrarrevolución capitalista en la URSS y en Europa Oriental, que ha desencadenado un asalto a los derechos conquistados por el movimiento obrero y por la mujer, a través del mundo, la lucha por la liberación de la mujer ha cobrado una importancia política aún mayor. Este artículo – traducído de Women and Revolution No. 42, primavera-verano de 1993 – está dedicado a los efectos de la contrarrevolución sobre las mujeres del Este.

Primera de dos partes

Nada demuestra más claramente el carácter reaccionario de las contrarrevoluciones capitalistas que han asolado a Europa Oriental y la antigua Unión Soviética que la degradación de las mujeres. Los nacionalistas derechistas que se encuentran ahora en el poder creen que la presencia de las mujeres en los lugares de trabajo es una conspiración comunista para socavar la familia tradicional y que su sitio está en el hogar pariendo hijos.

El deterioro de la posición de las mujeres con el "Nuevo Orden Mundial" en Europa Oriental es tan notable que hasta la gran prensa burguesa de Occidente lo reconoce. "Es claro que la importación del capitalismo a la antigua Alemania Oriental," escribe la revista liberal Der Spíegel de Hamburgo, "está golpeando más duramente a las mujeres que a los hombres." "Polonia: mal lugar para ser mujer," sentencia la sarcástica revista conservadora londinense The Economist. "Tres años después del triunfo del movimiento de Solidaridad," informa el New York Times, "los polacos están de nuevo ayudándose unos a otros para sacarle la vuelta a las autoridades... Ahora, el objetivo es evadir las nuevas restricciones sobre el aborto impuestas por la asociación de médicos y el Ministerio de Salud." Por supuesto, estos representantes de Wall Street y los bancos de Londres y Frankfurt apoyaron fuertemente la anexión de la República Democrática Alemana por el imperialismo germano-occidental y respaldaron en forma estridente a la Solidarnosc clerical-nacionalista en Polonia.

Lo mismo hicieron las feministas y los seudoizquierdistas de Occidente que se proclaman fieles a la liberación de la mujer. La revista liberal norteamericana The Progressive (febrero de 1991) publicó un artículo de la escritora feminista Peggy Simpson, titulado "Ninguna liberación para las mujeres – Europa Oriental hace retroceder el tiempo." Pero ni este ni muchos otros artículos similares en la prensa feminista occidental ven relación alguna entre el hecho que se haga retroceder el tiempo para las mujeres y la contrarrevolución capitalista. En vez de atacar a los nuevos regímenes anticomunistas por oprimir a las mujeres, Simpson culpa a las antiguas burocracias estalinistas por suprimir el feminismo tipo norteamericano.

"Las mujeres de Europa Oriental, ya sea en las altas esferas del gobierno o en las fábricas, no saben cómo se comparten las responsabilidades en Occidente. Se perdieron de todo el elemento concientizador del movimiento político de las mujeres."

¡Como si la "concientización" fuera solución al desempleo masivo, la eliminación de las guarderías infantiles y la ilegalización del aborto! Este fatuo artículo, tan típico del pensamiento feminista occidental, culpa a las mujeres víctimas de la contrarrevolución capitalista en Europa Oriental. Un argumento análogo utilizan los economistas burgueses que explican el desempleo masivo en las nuevas economías de "libre mercado" en Europa Oriental alegando que los obreros se habían vuelto perezosos e ineficientes debido a que tenían el empleo garantizado.

El periódico socialdemócrata de izquierda Against the Current – que durante años acusó a la Unión Soviética, en los términos más severos, de ser una sociedad de clase explotadora y un estado imperialista – ha descubierto ahora que las mujeres vivian mejor bajo la antigua economía colectivizada y planificada. El número de julio-agosto de 1992 reprodujo un artículo de la socióloga moscovita Anastasia Posadskaya, que señala: "Aunque el deterioro de la posición de las mujeres [en Rusia] era previsto por algunas investigadoras de orientación feminista, su verdadero alcance durante los procesos iniciales de la introducción del mercado parecen no tener precedente."

Estos seudoizquierdistas – que llaman por un movimiento socialista que entre otras cosas sería "feminista" – apoyaron a las mismas fuerzas que condujeron al deterioro sin precedentes de la posición de las mujeres en la antigua Unión Soviética y a lo largo de Europa Oriental. Against the Current se unió a la Casa Blanca de Reagan-Bush (y al papa Juan Pablo Wojtyla y el ayatolah Jomeini) como paladines de Solidarnosc en Polonia y los muyajedin islámicos que combatían al ejército soviético en Afganistán. En nombre de la "democracia" y el anti-sovietismo avalaron la reunificación capitalista de Alemania y la toma del poder por Boris Yeltsin en Moscú en agosto de 1991.

Afganistán, Polonia y la Segunda Guerra Fría

La causa fundamental de la contrarrevolución capitalista es el efecto acumulativo del impacto militar, económico y político del imperialismo mundial sobre los estados obreros burocráticamente gobernados del bloque soviético. Esa presión se intensificó enormemente cuando a fines de los años 70 y principios de los 80 Jimmy Carter y Ronald Reagan lanzaron la Segunda Guerra Fría. Los principales campos de batalla fueron inicialmente Afganistán y Polonia, y en ambos casos la ofensiva anticomunista estaba directamente vinculada a la opresión de la mujer.

Los nacionalistas modernizadores afganos pro-Moscú, que tomaron el poder en Kabul en 1978, buscaban emancipar parcialmente a las mujeres de su esclavización dentro de la sociedad islámica tradicional simbolizada por el chador, el velo que las cubre de la cabeza a los pies. Redujeron el precio de la novia a una suma simbólica y abrieron escuelas para enseñar a las niñas a leer. Estas medidas enfurecieron a los jefes tribales y al clero musulmán, quienes, respaldados por Washington, el Irán de Jomeini y el Pakistán de Zia, emprendieron una guerra santa (jihad) contra los "comunistas ateos" en Kabul.

A finales de 1979 Moscú intervino militarmente para evitar que su estado cliente nacionalista de izquierda en Afganistán, que tiene una extensa frontera con la URSS, cayera en manos de los reaccionarios islámicos armados y organizados por el imperialismo norteamericano. La tendencia espartaquista internacional (ahora la Liga Comunista Internacional) levantó las consignas: ¡Viva el Ejército Rojo en Afganistán! ¡Extender las conquistas sociales de la Revolución de Octubre a los pueblos afganos! En contraste, prácticamente toda la izquierda a nivel internacional se alineó detrás de Reagan, Thatcher y Mitterrand en la denuncia del "expansionismo" de la URSS y en el llamado por el retiro de las fuerzas soviéticas.

Lejos de tratar de anexarse Afganistán, la oligarquía del Kremlin peleó esta guerra sin entusiasmo. Breznev y sus sucesores mantuvieron la posibilidad de retirarse de Afganistán como pieza de regateo en sus negociaciones con las potencias de la OTAN. Como parte del intento de Gorbachov por apaciguar al imperialismo occidental en todo el mundo, a principios de 1989 las fuerzas soviéticas fueron retiradas unilateralmente. A eso pronto siguió la desintegración del poder soviético en Europa Oriental, comenzando con Polonia.

La fuerza de la iglesia católica hacía a Polonia especialmente vulnerable a una contrarrevolución generada internamente. La selección sin precedentes de un papa polaco en 1978 – quien fuera arzobispo de Cracovia – fue una parte clave de la campaña de "derechos humanos" de Jimmy Carter para subvertir al bloque soviético. Al mismo tiempo, el régimen estalinista de Eduard Gierek estaba tan desesperado por preservar la paz social que se endeudó masivamente con la banca occidental para mantener los niveles de consumo y el pleno empleo.

Así el escenario estaba preparado para el ascenso de Solidarnosc. Cuando en el verano de 1980 el régimen de Gierek anunció un moderado programa de austeridad bajo la presión de Wall Street y Frankfurt, los obreros polacos entraron en acción bajo el símbolo del águila y la cruz. El proletariado polaco, tradicionalmente laico y socialista, buscaba ahora la salvación en el Vaticano y la Casa Blanca norteamericana. Cuando en el otoño de 1981 Walesa y Cía. se lanzaron hacia la toma del poder político, en beneficio del imperialismo occidental, nosotros hicimos el llamado: ¡Alto a la contrarrevolución de Solidarnosc!

La imposición de la ley marcial por el general Jaruzelski en diciembre de 1981, respaldada fuertemente por Breznev, impidió una contrarrevolución en Polonia en aquel momento. La Casa Blanca de Reagan y Bush (auxiliada particularmente por la AFL-CIO y los sindicatos socialdemócratas alemanes) mantuvo viva a Solidarnosc en la clandestinidad con enormes subvenciones secretas, mientras los liberales, radicales e izquierdistas aclamaban extasiados a este "sindicato libre" al servicio de la CIA y los banqueros occidentales. Los mismos autoproclamados socialistas y feministas radicales que desfilaron en los EE.UU. y Alemania protestando contra la oposición de la jerarquía católica al aborto también llamaron por "Solidaridad con Solidarnosc", es decir, por una dictadura papal en Polonia.

Ahora, está claro para todo el mundo que los líderes clerical-nacionalistas de Solidarnosc son enemigos de los derechos democráticos de la mujer. Recientemente, un grupo de activistas polacas emitió una protesta diciendo que "la democracia polaca es una democracia masculina" (Women's Studies International Forum, Vol. 15, No. 1, 1992). Como marxistas nosotros comprendimos el verdadero carácter de la pandilla de Solidarnosé desde mucho antes que tomaran el poder. Inmediatamente después de que Jaruzelski los frenara, escribimos un artículo titulado "El mundo macho de Solidarnosc":

"Walesa gusta lucir en la solapa un prendedor con la imagen de la virgen, simbolizando los estrechos lazos de Solidarnosc con la iglesia católica. El papel histórico de esa institución en mantener a la mujer atada al hogar familiar, la agresiva campaña del papa Wojtyla contra el aborto, las fuertes actitudes de Solidarnosc en pro de la familia – ¿pueden estas fuerzas ser liberadoras de las mujeres polacas? ¡Jamás!" -Women and Revolution No. 24, primavera de 1982

La frustración de la intentona de Solidarnosé en 1981 no podía eliminar la susceptibilidad de Polonia a la contrarrevolución por las fuerzas clerical-nacionalistas. Para romper el yugo de los banqueros occidentales que estrangulaba la economía polaca era necesario repudiar la deuda. Para ser efectivo, el repudio de la deuda por parte de Polonia hubiera requerido la estrecha cooperación económica de todo el bloque soviético, y llamados a la clase obrera en Occidente para que se opusiera a las inevitables represalias capitalistas. Orgánicamente incapaz de levantar tal programa internacionalista, la burocracia estalinista de Varsovia deprimió aún más la economía polaca para cumplir con las exigencias de los usureros de Wall Street y Frankfurt. En 1988-89 otro programa de austeridad provocó una nueva oleada de descontento obrero. Sin ningún punto de apoyo en la sociedad polaca, desmoralizado y encontrándose en un impasse, el régimen de Jaruzelski, con la aprobación de Gorbachov, abdicó el poder a Walesa y Cía. en el verano de 1989. En el lapso de un año la contrarrevolución capitalista abarcó a toda Europa Oriental al ser absorbida la RDA dentro de un IV Reich imperialista alemán.

La igualdad sexual y la RDA

La posición de la mujer en Alemania Oriental era, en aspectos importantes, la más avanzada del mundo. No era sólo el hecho que más del 90 por ciento de las mujeres en edad de trabajar participaban en la fuerza laboral, sino que muchas ocupaban puestos que en los países capitalistas de Occidente están monopolizados por los hombres. Al mismo tiempo, existían programas sociales excepcionales para las madres que trabajaban, tales como "el año para el bebé": la prolongada licencia por maternidad con goce de sueldo. Algunas feministas y socialdemócratas de Alemania Occidental señalaban el ejemplo de la RDA – la existencia del aborto legal para quien lo solicitara, guarderías infantiles gratuitas, permiso generoso de ausentarse para atender a los hijos en caso de enfermedad – para pedir prestaciones similares de su estado capitalista infinitamente más rico.

A la par con las prestaciones económicas y sociales para la mujer en la RDA, existía un clima de opinión mucho más favorable a la igualdad entre los sexos que en ninguna otra parte. En 1991, varios meses después de la reunificación alemana, el Times Mirror Center de Washington realizó una amplia encuesta de opinión pública en 13 países de Europa, oriental y occidental. Unicamente el 18 por ciento de los germano-orientales encuestados preferían un matrimonio en el que la esposa permaneciera en la casa y se encargara de los hijos, comparado con el 41 por ciento en Alemania Occidental, 48 por ciento en Rusia y 56 por ciento en Polonia.

¿Por qué había mucho más apoyo a la igualdad entre los sexos en la RDA que en el resto de los países de Europa Oriental gobernados por los estalinistas? En esta región el status de la mujer estaba en proporción inversa a la fuerza del nacionalismo dentro de la burocracia y la sociedad en general. Significativamente, el único país de Europa Oriental en el que el aborto fue ilegalizado era la Rumania de Ceausescu, esa siniestra caricatura de despotismo nacional-estalinista. Los orfanatos del país estaban llenos de niños no deseados que las familias no podían criar por falta de recursos. Sin embargo, durante dos décadas el megalómano asesino Ceausescu fue el gobernante estalinista favorito de Washington, encomiado y recompensado por su "independencia" de Moscú. Alguna vez George Bush se refirió al Gran Conductor de Rumania como "uno de los comunistas buenos de Europa".

Para Washington y sobre todo para Bonn, unos de los peores comunistas de Europa eran Walter Ulbricht y Erich Honecker de la RDA, porque mantenían el estado que estaba en la primera línea de la defensa militar y política soviética en el continente. Alemania Oriental se veía enfrentada por un poderoso estado imperialista, que en nombre del nacionalismo alemán negaba por completo a la RDA su derecho a existir. En grado significativamente mayor que sus homólogos en Europa Oriental y la URSS, los regímenes de Ulbricht y Honecker trataban de legitimarse recalcando el carácter "socialista" y los avances de la RDA, especialmente su dedicación a la igualdad de la mujer. Por ejemplo, la judía polaca Rosa Luxemburgo era honrada como antecesora de la RDA.

Las condiciones favorables para la mujer en la RDA no eran simplemente resultado de su competencia político-ideológica con la Alemania Occidental burguesa. Expresaban también la diferencia fundamental entre una economía colectivizada, aun bajo la mala administración burocrática, y una economía capitalista. Dado el encarrilamiento sexual diferenciado desde la infancia temprana en la sociedad burguesa, resulta generalmente más costoso adiestrar a las mujeres para trabajos calificados en la industria que a los hombres. Además son más propensas a abandonar el empleo para dedicarse a atender a la familia. Por consecuencia, a una empresa capitalista típica le resulta más provechoso contratar a hombres, a menos que las mujeres puedan realizar el mismo trabajo con salarios considerablemente inferiores.

La principal meta de una economía colectivizada es maximizar la producción total (no la rentabilidad de una empresa individual) y por lo tanto el empleo tanto de hombres como de mujeres. Además, la RDA sufría una escasez de mano de obra desde su formación a finales de los 40, porque, a diferencia de la Rusia Soviética o Polonia, no contaba con grandes excedentes de población campesina. La escasez de mano de obra se agravó enormemente en la década de los 50 por la emigración a gran escala, especialmente de obreros varones calificados, hacia la más rica Alemania Occidental. La construcción del Muro de Berlín en 1961 constituyó una medida de defensa burocrática para detener esta hemorragia de mano de obra calificada.

Por ello la RDA tenía un interés económico vital en maximizar la participación de las mujeres en la producción social así como sus capacidades individuales. Para mediados de los 70, por ejemplo, el 75 por ciento de los aprendices para empleos calificados en la industria química eran mujeres, comparado con el 20 por ciento en Alemania Occidental. El 35 por ciento de los aprendices de tablajeros eran mujeres, mientras que al oeste del Río Elba este trabajo era estrictamente para hombres.

En un aspecto importante, sin embargo, la política gubernamental hacia las mujeres en la RDA fue, durante muchos años, más reaccionaria que en el resto de los principales países del bloque soviético. Una ley promulgada en 1950 permitía el aborto únicamente por razones médicas, éticas (por ejemplo en caso de violación) o sociales, tales como familias numerosas que no podían sostener a un hijo más. En la Unión Soviética, Polonia y otros países de Europa Oriental, el aborto para quien lo pidiera fue legalizado a mediados de los 50 durante la liberalización política y la turbulencia que siguieron a la muerte de Stalin. Sin embargo, el régimen de Walter Ulbricht, estalinista a la antigua, continuó oponiéndose al aborto porque privaba al "estado socialista" de futuros ciudadanos.

Ulbricht fue destituido en 1971 por resistir los pasos de Breznev hacia la distensión con Washington y Bonn, y fue reemplazado por Erich Honecker, por largo tiempo su brazo derecho, quien instituyó una relativa liberalización política. Con típica hipocresía estalinista, la nueva línea fue presentada como expresión de un principio democrático fundamental (que en este caso sí lo era): "la igualdad de las mujeres... exige que la mujer tenga el derecho a decidir por sí misma sobre el embarazo y si desea o no dar a luz."

Pero la RDA estaba lejos de haber logrado la plena igualdad entre los sexos, aun al nivel económico básico. En 1988, el ingreso neto mensual promedio de las mujeres que trabajaban tiempo completo era el 76 por ciento del de sus colegas varones (aun así superior al 66 por ciento que ganaban las mujeres en Alemania Occidental). A un nivel más fundamental, las mujeres en la RDA y en todo el bloque soviético se quejaban amargamente de su "doble carga" o "segundo turno". Sus maridos contaban con que después de trabajar se encargaran de las labores domésticas y de cuidar a los hijos. La carga se hacía más pesada por la escasez de vivienda y la insuficiencia de muchos artículos de consumo, lo que resultaba en largas colas a la hora de hacer las compras.

En Alemania Oriental, la carga sobre las mujeres quizá no era doble, porque algunos hombres creían que el igualitarismo socialista se aplicaba también a la vida familiar. En el clima intelectual un tanto más abierto de finales de los 80, Irene Dolling, de la Universidad Humboldt de Berlín Oriental, hizo una crítica feminista/estalinista-liberal de la vida familiar en la RDA: "Las mujeres continúan realizando del 65 al 75 por ciento del trabajo doméstico, y cargan con la responsabilidad de la mayor parte del cuidado y la crianza de los hijos. Sí se perciben cambios en la división de las funciones dentro de la familia... Pero éstos aún no se han convertido en tendencias dominantes" (citado en Marilyn Rueschemeyer y Christiane Lemke, The Quality oi Life in the German Democratic Republic [1989]).

Esto es precisamente lo que los marxistas entienden que va a pasar mientras la familia siga siendo la institución básica para la socialización de los niños. Unicamente cuando la familia sea desplazada gradualmente por formas colectivas para la crianza de los niños se superará la milenaria división del trabajo entre hombres y mujeres y sus inevitables efectos psicológicos. Pero para esto se requerirán generaciones de una sociedad socialista mundial con una economía inconmensurablemente más productiva que la del más avanzado de los países capitalistas de la actualidad.

Era una utopía estalinista liberal creer que la igualdad total entre los sexos podía lograrse en el estado que estaba en la primera línea de la Guerra Fría bajo la presión implacable del imperialismo mundial. En 1989 esta presión finalmente fracturó a la casta burocrática soviética, y la RDA se enfrentó a una disyuntiva histórica decisiva: o la clase obrera tomaba el poder político con la perspectiva de una Alemania socialista unida, o la RDA sería absorbida dentro de un IV Reich imperialista con consecuencias devastadoras para la clase obrera, especialmente para las mujeres.

La degradación de las mujeres germano-orientales en el IV Reich

En ese momento crítico de la historia contemporánea, la Liga Comunista Internacional movilizó todos sus recursos para intervenir en la batalla política por la RDA. Nuestra propaganda y agitación por un gobierno basado en consejos obreros (soviets), como trampolín hacia un estado proletario alemán unificado dentro de unos Estados Unidos Socialistas de Europa, tuvieron una recepción favorable entre obreros e intelectuales socialistas así como soldados y oficiales del ejército de la RDA. Estos esfuerzos resultaron en la manifestación antifascista de 250 mil personas en el Parque Treptow de Berlín Oriental a principios de enero de 1990, que por primera vez planteó la posibilidad de resistencia obrera organizada a la reunificación capitalista.

El gobierno estalinista liberal transitorio de Gregor Gysi y Hans Modrow – temeroso de un movimiento hacia la izquierda de los obreros desde abajo y ante la presión enorme del imperialismo germano-occidental y sus secuaces socialdemócratas – tomó medidas rápidamente para conciliar las fuerzas de la contrarrevolución. A fines de enero Gorbachov anunció que la URSS aceptaría la disolución de la RDA dentro de una Alemania capitalista unificada, posición secundada por Modrow, el primer ministro de Alemania Oriental. Estos anuncios sacudieron y desmoralizaron a los obreros e intelectuales que deseaban y esperaban una sociedad socialista revitalizada.

Al mismo tiempo, las masas germano-orientales eran bombardeadas con una campaña a la Gran Mentira de los democristianos gobernantes y la oposición socialdemócrata diciendo que la reunificación traería prosperidad instantánea. El canciller de Bonn, Helmut Kohl, prometía que la parte oriental de Alemania alcanzaría los niveles de vida de la parte occidental en cinco años. La sensación de que el Anschluss (anexión) capitalista era inevitable, a la par con ilusiones en la generosidad económica de Alemania Occidental, resultó en una victoria decisiva para los democristianos en las elecciones del 18 de marzo en Alemania Oriental, que políticamente presagiaban el fin de la RDA.

Poco después nosotros advertimos: "... sin una lucha clasista contra la privatización de la producción y el desmantelamiento de los programas sociales, las mujeres serán echadas de la fuerza laboral conforme el desempleo y las medidas de austeridad social se impongan en aras de las ganancias capitalistas" ("Defend the Gains of East German Women!", Women and Revolution No. 37, primavera de 1990). A un año de la unión monetaria de julio de 1990, la cual señaló la disolución de la economía colectivizada de la RDA dentro de un estado capitalista alemán expandido, casi 5 millones de obreros de una fuerza laboral de 9.5 millones se encontraban completamente desempleados, laborando "tiempo reducido", o obligados a abandonar el mercado de trabajo. Las más afectadas fueron las mujeres solteras con hijos y las de mayor edad.

Actualmente, dos terceras partes de quienes están registrados oficialmente como desempleados son mujeres. Los empleos de medio tiempo, desempeñados en gran parte por mujeres, fueron los primeros en desaparecer con las campañas de "reducción de costos" del Treuhand, la agencia de Alemania Occidental que tomó el control de las empresas de la antigua RDA. Los hombres despedidos de las fábricas empezaron a competir por los trabajos en los que las mujeres habían predominado, como empleados bancarios, carteros y trabajadores del transporte público. Mientras que los gerentes de las empresas de la RDA habían discriminado a favor de las mujeres, especialmente en lo referente a programas de capacitación, las mujeres son ahora víctimas del machismo abierto.

Las mujeres germano-orientales llegaron a acostumbrarse a un grado considerable de independencia económica y social, y esto es lo que los gobernantes burgueses del IV Reich no pueden soportar. Así, el desmantelamiento de la base industrial de la RDA ha ido de la mano del desmantelamiento de aquellos programas sociales que hacían posible que la mujer participara en la producción social a la vez que criaba a los hijos. Sin duda alguna la medida más importante para obligar a las mujeres a salir de la fuerza laboral y hacerlas quedarse en casa ha sido la eliminación del cuidado infantil barato. Muchísimas guarderías desaparecieron cuando el Treuhand clausuró las empresas que las habían mantenido y otras fueron cerradas cuando las empresas fueron vendidas a capitalistas germano-occidentales. Las mujeres que pierden sus trabajos pero no pueden colocar a sus hijos en guarderías no tienen derecho al seguro de desempleo, ya que sus nuevos amos capitalistas las consideran imposibilitadas para trabajar.

A las mujeres germano-orientales se les está privando también de anticonceptivos. Todo el sistema de salud de Alemania Oriental, basado en policlínicas, ha sido arrasado. La píldora (que era gratuita en la RDA) se ha vuelto prohibitivamente cara para la mayoría; la esterilización se está convirtiendo rápidamente en el único método anticonceptivo que (todavía) es gratuito.

El aborto es la última conquista importante que las mujeres germano-orientales aún conservan de la RDA. La legislación sobre el aborto de Alemania Occidental estaba basada en el infame Apartado 218, que data del código penal del Reich de Bismarck. Las mujeres eran sujeto a enjuiciamiento criminal en casos de aborto a menos que un médico declarara que estuvieran bajo riesgos médicos, psicológicos o sociales. En una versión moderna de la Inquisición, en 1988 un ginecólogo de Bavaria fue procesado y condenado por violar el Apartado 218. La clase obrera germano-occidental ha sido por largo tiempo hostil a las restricciones legales al aborto. Sin embargo, las movilizaciones masivas contra el 218, por ejemplo a mediados de los 70, fueron saboteadas por los jerarcas socialdemócratas.

La hostilidad hacia la criminalización del aborto en Alemania Oriental era tan fuerte que los democristianos se vieron obligados a posponer una confrontación sobre el asunto durante el Anschluss. En vez de ello, se optó porque las dos legislaciones sobre el aborto, fundamentalmente incompatibles, coexistieran en los länder (estados) orientales y occidentales durante dos años hasta ser reemplazadas por una nueva ley unitaria.

Tras enconados debates y una escisión entre Este y Oeste dentro de los democristianos, en junio de 1992 se aprobó un proyecto de ley en el Bundestag (parlamento). El aborto con "asesoría" obligada "para proteger la vida nonata" no sería ilegal durante las primeras 12 semanas de embarazo. La nueva ley sería una derrota inequívoca para las mujeres de la antigua RDA; para las mujeres germano-occidentales sería potencialmente una reforma limitada, ya que se eliminaría el diktat arbitrario del médico. Los políticos democristianos de derecha impugnaron el proyecto de ley ante el tribunal constitucional, y a principios de agosto los jueces, pasando por alto la democracia parlamentaria, suspendieron su aplicación.

El furor que continúa a raíz de la nueva legislación sobre el aborto no es sino uno de los síntomas de la creciente turbulencia social y política en Alemania después del Anschluss. Las mujeres de la clase obrera de la antigua RDA constituyen en particular una potente reserva de odio hacia los amos del IV Reich. Sus maridos, hermanos y padres sufren también el desempleo masivo, o si tienen trabajo son tratados con desprecio – como a la gente de un país colonial – por sus nuevos patrones germano-occidentales. En la primavera de 1991, indignados germano-orientales de ambos sexos salieron a las calles a protestar contra Kohl – apodado ahora "el canciller de las mentiras" – arrojándole hortalizas en Halle.

La parte occidental de Alemania, ahora en una recesión, se está convirtiendo también en un caldero hirviente de descontento. El movimiento obrero socialdemócrata, por largo tiempo satisfecho de sí mismo, enfrenta los ataques capitalistas contra salarios y prestaciones lanzados para pagar la compra de la RDA por el Deutsche Bank y el proyectado establecimiento de un imperio neo-colonial alemán en Europa Oriental y la antigua Unión Soviética. Los dos millones de obreros inmigrantes turcos, yugoslavos y de otras nacionalidades – que jamás se han identificado con el orden burgués alemán – enfrentan ahora el salvaje terror neonazi y la amenaza de ser expulsados del país. El Partido Obrero Espartaquista de Alemania tiene como meta construir un partido que pueda unir a todos los trabajadores – desde las mujeres desempleadas y empobrecidas de Leipzig hasta los obreros siderúrgicos turcos en el Ruhr– contra el brutal IV Reich.


La segunda parte de este artículo tratará de la cruzada clerical-nacionalista contra la mujer en la Polonia de Solidarnosc; la posición de la mujer en la URSS, desde Stalin hasta Breznev; la perestroika de Gorbachov, preludio a la contrarrevolución capitalista; el progreso social y el tradicionalismo islámico en la Asia Central soviética; la batalla por la Asia Central y la lucha por la liberación de la mujer mediante la revolución socialista.