Obreros bolivianos sacuden al frente popular

Una importante discusión histórica sobre la historia del frente popular en Bolivia y el apoyo de los supuestos trotskistas a estos frentes populares.

Obreros bolivianos sacuden al frente popular

¡Por soviets obreros para aplastar a los gorilas gángsteres!

de Spartacist número 13, noviembre de 1983

Después de siete meses de gobierno frentepopulista, una explosión social se prepara en Bolivia. La poderosa Central Obrera Boliviana (COB) dominada por los mineros del estaño – con un nivel de combatividad y conciencia de clase históricamente altos – ha entrado en abierto conflicto con el gobierno de coalición de Hernán Siles Zuazo. El 19 de abril el sindicato minero, respaldado por la COB, ocupó las oficinas de la Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL – el trust minero estatal) situadas en La Paz, la capital del país. Ya en marzo el gobierno de la Unidad Democrática Popular (UDP) de Siles se vió enfrentado por una ola huelguística. Ahora los sindicatos campesinos han ofrecido abastecer a los centros mineros de comestibles, los sindicatos de empleados bancarios y gubernamentales han ofrecido ayudar a administrar COMIBOL (cuyos emplea-dos técnicos se opusieron a la ocupación), y estudiantes de medicina e ingeniería formaron brigadas para prestar ayuda a los mineros.

La dramática acción sindical pronto tuvo el efecto de una avalancha cuando los trabajadores de la compañía petrolera estatal se lanzaron a la huelga exigiendo la renuncia de la gerencia. Mientras tanto, sindicatos campesinos bloquearon los caminos de acceso a tres ciudades, aislando la capital, en apoyo de los mineros y reivindicando precios más altos para sus productos; campesinos de la región de Cochabamba ocuparon tierras pertenecientes al gobierno. Siles respondió denunciando a los mineros como "anarquistas" y "ultras", advirtiéndoles que su ocupación es "ilegal" y amenazando con restaurar el orden por la fuerza. Ello de mayo, 60.000 trabajadores-una cantidad enorme en este país predominantemente campesino-marcharon en La Paz en apoyo de la demanda de la COB por "cogestión obrera mayoritaria" en la gerencia de las minas, las cuales fueron nacionalizadas después de la "Revolución Nacional" de 1952. Una semana más tarde la policía atacó a centenares de empleados gubernamentales que realizaban una manifestación en la capital exigiendo el derecho de sindicalización. Al cierre de esta edición, Workers Vanguard se ha enterado de que los mineros de Huanuni, un centro histórico de la lucha de clases en Bolivia, se han declarado en contra de toda participación del estado capitalista en la administración de COMIBOL.

Bolivia está en medio de una situación prerrevolucionaria que rápidamente se acerca al punto del estallido. Mientras que los gángsteres uniformados están complotan-do como siempre en "Golpilandia", y la UDP se esfuerza arduamente para mantener a las masas trabajadoras "unidas" con sus explotadores, lo remarcable de esta crisis es la profunda desconfianza de los mineros hacia el régimen "democrático" desde el momento de su instalación en el poder. El impopular frente popular de Siles se encuentra hoy enfrentado con una rebelión por parte del mismo movimiento obrero que intentaba domar. Tal situación extremadamente inestable podría llevar o a una situación revolucionaria de dualidad de poderes y al derrocamiento del gobierno burgués de Siles por medio de movilizaciones obreras; a un régimen "democrático" aun más derechista; o a otro golpe por parte de la casta de oficiales en constante conspiración. Se necesita urgentemente un partido de vanguardia auténticamente trotskista para levantar un programa de acción de demandas transitorias para movilizar al proletariado boliviano por la conquista del poder... antes de que el frente popular conduzca a otro baño de sangre para los trabajadores. Sólo un gobierno obrero y campesino basado en el poder de los soviets puede poner fin al ciclo de golpes y frentes populares.

Y esta vez Bolivia no está sola. En todo el Cono Sur de Sudamérica los dictadores se tambalean. Los generales argentinos – desprestigiados por el fracaso de su aventura en las Malvinas/Falklands; incapaces de sepultar la cuestión de los "desaparecidos", víctimas de su guerra sucia en su propio país – están al borde del colapso. En Chile, Pinochet ha producido la peor depresión en la historia del país, alineando contra sí no solamente a los obreros sino también a la mayoría de la pequeña burguesía y la burguesía; hasta los sindicatos progubernamentales entran en acción contra el gobierno. Los militares uruguayos han sido repudiados en su propia farsa electoral; en Brasil un poderoso proletariado industrial va adquiriendo conciencia política. Y hacia el norte, Centroamérica se ha convertido en una hoguera de rebelión contra décadas de dominio sangriento por una oligarquía rapaz y sus escuadrones de la muerte, mientras que México, con sus millones de obreros, se acerca a la bancarrota. Nunca han sido tan favorables las condiciones objetivas para un auge revolucionario por toda América Latina, ni tan grandes los peligros de traición por parte de los frentepopulistas nacionalistas y reformistas. Lo que falta es el elemento clave, una IV Internacional renacida, forjada sobre la base del programa de la revolución permanente, que pueda conducir a las masas trabajadoras a la victoria en todo el continente y llevar la batalla hasta el mismo corazón imperialista. Esta es la tarea que la tendencia espartaquista internacional (TEI), y ella sola, proclama en su bandera.

Siles, el presidente no. 190 en los 158 años desde que Bolivia conquistó su independencia de España, tomó posesión del Palacio Quemado el octubre pasado después de 18 años de dictadura militar virtualmente ininterrumpida en una ceremonia a la que asistieron el embajador estadounidense, representantes de la Democracia Cristiana y los socialdemócratas europeos, un enviado de la OLP palestina, un miembro del directorio sandinista nicaragüense, y el vicepresidente cubano. La coalición de la UDP de Siles ganó una mayoría relativa en las elecciones de 1980 – como sucedió en dos ocasiones anteriores, en 1978 y 1979 – pero fue impedido de posesionarse del poder por el extraordinariamente brutal "cocagolpe" del General Luis García Meza, organizado con la ayuda de la junta militar argentina.

La dictadura de García Meza puso a la economía boliviana más allá del punto de colapso completo. Aun en comparación con las normas latinoamericanas, el régimen batió el record de corrupción: con la alta jerarquía del ejército traficando abiertamente con cocaína y piedras semi preciosas, y un amplio sistema de sobornos y coimas en proyectos fraudulentos de "desarrollo". Bolivia ya era el país latinoamericano más empobrecido después de Haití. Escasamente poblado, con solo 5,5 millones de habitantes – en su mayoría indios quechuas y aymaras – con una superficie igual a la de Texas y California, el país tiene un 65 por ciento de analfabetismo, un término medio de vida de 37 años entre los mineros, un ingreso anual per cápita de US$510 en 1978, y una tasa de inflación de casi 300 por ciento.

La corrupción de García Meza sólo era igualada por su brutalidad. Unas 500 personas, como mínimo, fueron asesinadas y 2.500 resultaron heridas en el golpe de julio de 1980. El edificio de la COB en La Paz fue atacado por tanques (y demolido posteriormente); bandas paramilitares, montadas con la ayuda de la policía secreta argentina y nazis europeos, asesinaron en masa a izquierdistas y dirigentes obreros. Marcelo Quiróga Santa Cruz, dirigente izquierdizante del Partido Socialista-Uno (PS-1), fue asesinado a sangre fría como lo fueron también ocho dirigentes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR – grupo pequeñoburgués derivado de la Democracia Cristiana y en transición hacia la derecha, que no debe ser confundido con el MIR chileno). Escuadrones de la muerte con nombres como "las Aguilas Negras" y "Novios de la Muerte" se anunciaron por medio de solicitadas en los periódicos locales. Cyrus Vance, Secretario de Estado de Jimmy Carter, hizo gestos de desaprobación, y el régimen de García Meza fue repudiado hasta por Reagan, quien tuvo dificultades para presentar al gángster-presidente, su ministro del interior Arce Gómez, el rey de los narcotraficantes, y sus matones como "autoritarios moderados". García Meza fue reemplazado por el general Celso Torrelio, quien masacró a obreros fabriles que realizaban una manifestación en Cochabamba. Meses más tarde Torrelio fue a su turno derrocado por el general Vildoso, quien llevó a cabo una masacre en la ciudad de Sucre.

El golpe de gracia para la junta militar se dió en septiembre pasado, cuando los obreros de la tradicionalmente combativa mina de Huanuni forzaron a los dirigentes de la COB a decretar una huelga general a escala nacional, exigiendo el retorno del gobierno elegido y oponiéndose al plan de austeridad de la dictadura inspirado por el Fondo Monetario Internacional. Mientras tanto, el régimen no pudo cubrir un pago de US$10 millones por concepto de intereses sobre los US$4 mil millones que suma la deuda externa. El país estaba en bancarrota; el decadente régimen castrense estaba totalmente desprestigiado, cada vez más incapaz de controlar a las masas. Para que la turbulencia social no se convirtiera en insurrección, los banqueros internacionales y sectores claves de la débil burguesía boliviana estaban listos a jugar la carta del frentepopulismo. Intentando lograr lo que las sucesivas juntas no habían sido capaces de conseguir: la austeridad tipo FMI y la pacificación social. En desesperación, trajeron a los civiles.

Después de sólo 58 días en el poder, Vildoso realizó lo que el New York Times llamó un "desgolpe", convocó al congreso electo en 1980, y Siles Zuazo asumió la presidencia el 10 de octubre pasado como el "compañero presidente". (La UDP, que había llamado por nuevas elecciones debido a la dominación del parlamento por los partidos derechistas, abandonó esta demanda como parte del acuerdo con Vildoso.) Definiéndose con grandilocuencia como un "frente popular, nacional, antiimperialista y revolucionario", la UDP es un frente popular clásico: un bloque de partidos obreros con partidos burgueses construido con el fin de responsabilizar a los dirigentes obreros por la opresión de las masas y para atar al proletariado directamente a sus explotadores. (Aun el nombre evoca la Unidad Popular de Salvador Allende que gobernó en Chile durante 1970-1973.) Los principales componentes de la UDP son: el burgués Movimiento Nacionalista Revolucionario de Izquierda (MNRI) de Siles, el reformista Partido Comunista pro-Moscú (PCB) y el ya mencionado MIR. El gabinete de Siles también incluye a un general de la Fuerza Aérea y miembros del Partido Demócrata Cristiano.

Siles, cuyo régimen es alabado por la prensa burguesa por su "moderación", se apresuró a enfatizar su lealtad al estado burgués. Mientras que varios oficiales fueron jubilados o transferidos en una muy publicitada campaña de "limpieza" de las Fuerzas Armadas, bajo Siles el comandante de las FF.AA. no es otro que el general Alfredo Villarroel, quien fue ministro de defensa del carnicero Vildoso, y el actual jefe del ejército era jefe del estado mayor bajo Vildoso. El vicepresidente Jaime Paz Zamora del MIR, enfatizó que el gobierno "no acepta el socialismo y nuestro programa no abarcará nada que sea extraño a nuestro país" (Washington Post, 11 de octubre de 1982). "Podemos controlar a los comunistas," afirmó, mientras que Siles explicó a la revista Newsweek que la participación del PCB en el gobierno era necesaria para refrenar los sindicatos. Voceros de la UDP recalcaron su compromiso de "respetar las estructuras" de las FF.AA. y Siles negó la posibilidad de "venganza contra los militares." Por su parte, el PCB prometió que su partido "no enrojecerá al gobierno," y que apoyaría negociaciones con el FMI (La Opinión [Los Angeles], 4 y 5 de octubre de 1982).

Siles pronto anunció la introducción de un paquete económico, denominado "economía de guerra", de austeridad y sacrificio para los trabajadores y campesinos: cortando los subsidios de azúcar, arroz, aceite de cocina y otros artículos de primera necesidad; alzando los precios del pan de batalla y gasolina en un 150 por ciento, al mismo tiempo congelando los salarios después de un mísero aumento de un 30 por ciento (¡en momentos que la inflación llegaba al 300 por ciento!); drástica devaluación monetaria con recortes presupuestarios y cesantías. Este "paquetazo" provocó masiva indignación en los sindicatos. El sindicato del transporte paralizó las principales ciudades con una huelga de dos días, mientras que el sindicato minero del sur de Bolivia decretó una huelga general indefinida el 9 de noviembre contra las medidas de Siles y en favor de un salario mínimo vital con escala móvil. Los trabajadores fabriles de La Paz amenazaron con ir a la huelga y el sindicato de trabajadores del agro se unió a las protestas. Los mineros de Siglo XX-Catavi decretaron el estado de emergencia, declarando que las medidas de la UDP eran "esencialmente antiobreras y antipopulares, porque en realidad se tratan de las mismas que el FMI quiso imponernos a través de los gobiernos fascistas" (citado en Política Obrera [Argentina], 28 de diciembre de 1982). La burocracia de la COB con los estalinistas al frente desesperadamente buscó poner freno a estas protestas, acordando imponer una "tregua social" de cien días (de noviembre a febrero).

La turbulencia social provocada por el paquetazo fue seguida por una crisis de gabinete ministerial en enero en la cual renunciaron seis ministros del MIR, acusando a Siles de no combatir con suficiente dureza ni el tráfico de cocaína (coincidiendo así con la demanda de la embajada estadounidense por una campaña vigorosa contra el narcotráfico) ni a las bandas paramilitares. (Hubieron especulaciones de que el MIR buscaba formar un "gobierno de unidad nacional" incluyendo a los partidos derechistas.) Los últimos acontecimientos en el circo parlamentario giran alrededor de negociaciones bizantinas con miras a reintegrar al MIR dentro del gabinete.

En 1970 la tendencia espartaquista escribió sobre la elección de la UP de Allende en Chile:

"Es el deber más elemental de los marxistas revolucionarios el oponerse irreconciliablemente al frente popular en las elecciones y no tener absolutamente ninguna confianza en él una vez en el poder. Cualquier 'apoyo crítico' a la coalición de Allende sería una traición a la clase, abriendo el camino para una derrota sangrienta del proletariado chileno cuando la reacción nacional, auxiliada por el imperialismo internacional, esté lista."
-"Chilean Popular Front," Spartacist (edición en inglés) No. 19, noviembre-diciembre de 1970 (traducido en Cuadernos Marxistas No. 3, "Chile: Lecciones del Frente Popular")

Esta advertencia, que fue trágicamente comprobada por el sangriento golpe de Santiago del 11 de septiembre de 1973, igualmente puede aplicarse a la UDP boliviana hoy día. Los trotskistas advertimos a las masas de no poner ninguna confianza en este gobierno burgués; buscamos separar las poderosas organizaciones obreras del frente popular y movilizarlas en lucha por los soviets, órganos democráticos de combate revolucionario no sólo contra la mafia militar sino también contra el sistema capitalista de miseria y opresión; por soviets que puedan servir de base para un gobierno obrero y campesino, una dictadura del proletariado apoyado por el campesinado pobre que por primera vez traerá una verdadera democracia a las masas de los explotados en Bolivia.

De hecho, este es un frente popular de una vileza extraordinaria. Hernán Siles Zuazo es uno de los dos lideres históricos del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), el "movimentismo" burgués que llegó al poder con el levantamiento popular de abril de 1952. Siles – en ese entonces lider del ala derecha del MNR – fue vicepresidente desde 1952 hasta 1956 y presidente de 1956 a 1960. Siles reconstruyó, con asesores y dólares yanquis, el ejército burgués que había sido desarticulado casi por completo en 1952 – formando un ejército que desde entonces ha llevado a cabo algunas de las masacres más sangrientas en toda América Latina. La reconstrucción del brazo armado del régimen burgués, en un período en el cual las milicias obreras representaron una verdadera amenaza para las autoridades capitalistas, fue la contribución clave de Siles para la defensa del imperialismo y la dictadura burguesa.

Fue Siles – ¡quien en una instancia emprendió una huelga de hambre contra los sindicatos! – quien en 1956 impuso el odiado plan de austeridad antiobrera denominado "Programa de Estabilización" respaldado por los EE.UU. Decenas de dirigentes obreros fueron exilados. Fue también el entonces presidente Siles el autor principal de la infame masacre de Huanuni en enero de 1960, en la cual fueron asesinados por lo menos 12 mineros y otros 32 resultaron heridos bajo el fuego de las ametralladoras, cuando protestaban la tentativa del MNR de tomar por la fuerza su sindicato. ¡Y fue el propio Siles quien dió la ciudadanía boliviana a Klaus Barbie, el Carnicero de Lyon, en 1957! Esta es la verdad sobre Siles, el "valeroso" dirigente alabado por el New York Times, el "hombre del pueblo" cuyo periódico se llama Compañero, el aliado de estalinistas y socialdemócratas: ¡enemigo sangriento de la clase obrera!

En octubre de 1982 Siles ofreció a la COB la "cogestión" de empresas estatales – en otras palabras, unos cuantos representantes laborales en los consejos de administración – invitando también a la federación sindical a participar en el gabinete ministerial. Juan Lechín Oquendo, eterno líder de la COB, declaró que solo estaría de acuerdo en ingresar al gobierno si éste estuviese compuesto por una mayoría de ministros obreros y tuviese un programa "antiimperialista". Siles rápidamente dió su negativa, y por consiguiente Lechín adoptó una postura de tolerancia crítica hacia el gobierno. Más tarde, al apoyar la ocupación de las oficinas de COMIBOL realizada por los mineros, Lechín reiteró que sólo buscaba la "cogestión obrera mayoritaria", y que su preocupación era continuar produciendo divisas urgentemente necesitadas por el país. Los dirigentes de la FSTMB explicaron que esto significaría compartir la administración con el estado, como fue el caso en los primeros años después de la nacionalización de las minas de los barones del estaño Hochschild, Patiño y Aramayo. Mas a través de su militante ocupación los mineros ya han impuesto plena gestión obrera, bajo un consejo administrativo sindical que ha expandido la producción y barrido el inflado y parasitario aparato administrativo. Los militantes conscientes deben exigir: ¡ninguna devolución de COMIBOL al estado capitalista!

Haciendo transacciones hábiles por participar en los gobiernos burgueses y administrar la explotación del empobrecido proletariado boliviano es la tarjeta de presentación del empedernido traidor de clase Lechín. Miembro del primer gabinete del MNR en 1952, variando de ministro de minas y petróleo, a presidente del senado, y luego vicepresidente del gobierno en sucesivós regímenes emenerristas, Lechín jugó el papel clave (con la ayuda de estalinistas y seudotrotskistas) en la subordinación del proletariado al gobierno burgués. La larga y sórdida carrera de este burócrata sindical que de vez en cuando oficia de político burgués (formó su propio partido, el Partido Revolucionario de la Izquierda Nacional, en 1964) está repleta de toda clase de traiciones, inclusive ayudando en la preparación del sangriento golpe de Barrientos en 1964.

Mientras tanto, el Partido Comunista está llevando a cabo una abierta política de rompehuelgas. Siles repetidamente ha declarado que cuenta con los estalinistas para controlar los sindicatos y para servir como "dique contra los ultras". (Bajo las sucesivas dictaduras el PCB adquirió mayor influencia entre sectores de la clase obrera, y ganó muchas posiciones dirigentes en la COB y sus sindicatos afiliados.) Entonces el PCB, ansioso de demostrar a la burguesía y al imperialismo su confiabilidad e "idoneidad para gobernar" con una posición firme en contra de los "excesos" de la clase obrera, ha lanzado una campaña contra la Federación Minera de la COB sobre las ocupaciones. Sólo han logrado desacreditarse más, tanto con la burguesía como con los obreros. El 25 de abril los ministros comunistas de minas y de trabajo, que son los directamente afectados por la ocupación, fueron interpelados por el Congreso dominado por derechistas. El mismo día, delegados del PCB en un ampliado minero fueron censurados unánimemente por apoyar la propuesta gubernamental de "cogestión paritaria" de COMIBOL. De acuerdo con informaciones llegadas a Workers Vanguard, los estalinistas están buscando obtener denuncias por parte de los comandos departamentales de la COB en contra de la toma del edificio de COMIBOL llevado a cabo por la FSTMB. Los combativos trabajadores bolivianos recuerdan que el PCB, que hoy proclama que la caída de la dictadura militar fue "resultado de la lucha popular", en realidad se opuso a llamar a la huelga general indefinida que derribó a la junta militar.

Todo obrero boliviano consciente debe comprender que el eje del actual conflicto es la cuestión del poder estatal. Si la confrontación se prolonga, los militares, perros guardianes del capitalismo, ciertamente intervendrán nuevamente, en contra de la UDP o por invitación del mismo Siles. Pero hay tremendas oportunidades para la acción revolucionaria en esta situación. Aunque Siles y Cía. han tratado de conseguir que los sindicatos acepten "sacrificios" draconianos, utilizando el clásico argumento frentepopulista de que este es el "gobierno de los trabajadores", desde el primer día del régimen de la UDP los obreros han mostrado su escepticismo. Según un observador, "los mineros, quienes siguen siendo la vanguardia social del país, libremente remarcan que 'no se reconocen en el presente gobierno'" ("Front populaire sur l'Altiplano," Le Monde, 2 de febrero). Sobre todo en Bolivia, donde generaciones de mineros han identificado al trotskismo como la expresión más radical de la lucha obrera, hoy hay una oportunidad crucial para conducir al proletariado en una lucha guiada por un programa de transición para la revolución socialista.

De acuerdo con un reporte noticioso, "la intervención de COMIBOL preocupa a sectores políticos y empresariales, quienes temen que los obreros en empresas privadas podrían seguir el ejemplo de la Federación Minera." Seguro que tienen porqué preocuparse. Mientras Lechín habla de la cogestión 51 por ciento obrera de COMIBOL en cooperación con el estado capitalista, los trotskistas deben luchar por una defensa encarnizada de la gestión obrera establecida por la acción audaz de los mineros y por la toma de las minas privadas (la minería mediana). Los combativos mineros, no pueden vencer simplemente manteniéndose firmes y convirtiendo a Siglo XX, Catavi y Huanuni en ciudadelas revolucionarias. La lucha debe extenderse por todo el país. En los sectores industriales urbanos es necesario imponer el control obrero de la producción, formando comités de fábrica. Estas conquis-tas deben ser defendidas con la formación de milicias obreras armadas en todas partes. Las masas deben ser movilizadas en lucha revolucionaria por medio de la formación de soviets, no réplicas de la "Asamblea Popular" de 1971, establecida por Lechín y Cía. como caja de resonancia para el general nacionalista Juan José Torres, sino genuinos órganos de poder obrero.

Por un partido trotskista auténtico en Bolivia

Este programa de lucha de clases, la política de los bolcheviques de Lenín en 1917, definitivamente no es el programa llevado a cabo por aquellos que falsamente se proclaman trotskistas hoy en Bolivia. El Partido Obrero Revolucionario – Combate (POR-C, sección boliviana del Secretariado Unificado [S.U.] de Ernest Mandel) afanosamente anda a la cola tanto de Lechín como de Siles. Estos antiguos superguerrilleristas, criaturas de los lideres del S.U. que hace años soñaron con su "propia" guerra de guerrillas en Bolivia, hoy día llaman por "una mayoría para los obreros en las juntas de cogestión," ¡denunciando como "concepciones ultraizquierdistas" la demanda de control obrero! (International Viewpoint, 18 de abril). Los mandelistas llaman por "presión de masas sobre el gobierno de la UDP," declarando que el "objetivo" estratégico del POR-C "no incluye la oposición total al gobierno, sino una estrategia de presionarlo y de desenmascarar al liderato capitulador" (International Viewpoint, 10 de noviembre de 1982). Calificando al gobierno de la UDP como "parte del proceso democrático que estamos determinados a profundizar" a través de "una política mas amplia de alianzas" con "sectores auténticamente democráticos" (International Viewpoint, 21 de marzo), ¡estos antitrotskistas se alinearían en contra de los mineros que ocupan COMIBOL en choque frontal con el gobierno burgués hambreador del masacrador Siles!

Mientras las traiciones de los mandelistas son notables primeramente por revelar las pretensiones trotskistas cada vez más reducidas del S.U., es el POR de Guillermo Lora (también llamado POR-Masas en referencia al nombre de su periódico) la organización generalmente considerada como la expresión del trotskismo en Bolivia. Como el POUM en la Guerra Civil española de 1936-1939, el POR de Lora es el principal obstáculo para la construcción de la vanguardia leninista. Este grupo clásicamente centrista, que periódicamente ha tenido influencia entre los combativos mineros del estaño, estropeó una oportunidad prometedora para la revolución proletaria en 1952 al subordinar la clase obrera al MNR burgués a través del burócrata sindical movimentista Lechín. Nuevamente en 1970-1971, por medio del mismo instrumento y utilizando la misma estratagema del "apoyo crítico" al nacionalismo burgués, Lora capituló ante el general Juan José Torres, un bonapartista de izquierda – y los obreros bolivianos quedaron indefensos, militar y políticamente, frente a la brutal represión del general Banzer, bonapartista de derecha (ver "Centrist Debacle in Bolivia," Workers Vanguard No. 3, diciembre de 1971). La mísera justificación de Lora – en realidad una autoacusación – fue: "En ese entonces era idea generalizada – compartida hasta por nosotros marxistas – que las armas serían cedidas por el equipo militar gobernante..."

Después del golpe triunfante de Banzer, el POR-Masas formó el llamado Frente Revolucionario Antiimperialista (FRA) para apoyar al general Torres. El FRA incluyó a las "Fuerzas Armadas Revolucionarias" de oficiales nacionalistas burgueses, los estálinistas, varias fuerzas pequeño-burguesas, y por supuesto Lechín, sobre un programa de "unidad combatiente de todas las fuerzas revolucionarias, democráticas y progresistas, para iniciar la gran batalla en condiciones que ofrezcan una perspectiva real de poder popular y nacional" (Masas No. 403, noviembre de 1971). Lora apenas se molesta en disfrazar su llamado por un frente popular con los oficiales "progresistas", escribiendo en su libro sobre los acontecimientos de 1971: "En cierto momento, los nacionalistas con charreteras se convierten en aliados de la clase obrera y no en sus enemigos jurados" (Bolivia: de la Asamblea Popular al golpe fascista). En contraposición, León Trotsky escribió sobre las ilusiones del POUM español de purgar al ejército:

"El cuerpo de oficiales constituye la guardia del gran capital... La selección de los individuos, su formación, su educación, hacen de los oficiales en su conjunto, irreductibles enemigos de la clase obrera. Las excepciones aisladas no cambian nada. Esto ocurre en todos los países bajo el dominio de la burguesía... El cuerpo de oficiales, en cuyo seno se almacenan las seculares tradiciones de servidumbre para el pueblo, debe disolverse, aplastarse en su conjunto, sin dejar rastra."
–"Primeras lecciones de España", 30 de julio de 1936

Hoy día el POR de Lora ostenta una postura izquierdjsta hacia el régimen de la UDP, sin duda reflejando la hostilidad de Lechín hacia su antiguo rival emenerrista Siles. Masas lleva como lema: "Revolución y dictadura proletarias (gobierno obrero-campesino)". Dos días antes de que Siles entrara al poder, Masas publicó bajo el encabezado "Deber del momento" en la primera página: "Preservar la independencia de clase y de los sindicatos frente al gobierno udepista, extraño a los explotados" y "La clase obrera no puede sumarse al gobierno burgués de Siles... "  Sin embargo, la alternativa de Lora es su propio frente popular (hasta ahora solamente ficticio), el FRA: "A la unidad burguesa oponer la unidad de la nación oprimida bajo la dirección del proletariado (FRA)" (Masas, 8 de octubre de 1982). La referencia a una dirección proletaria sirve más o menos la misma función que la palabrería de Lechín sobre un programa antiimperialista. Como Siles apenas tolera a los miserables reformistas del PCB, actualmente no hay ninguna oportunidad frentepopulista para centristas como el trotskoide POR. Pero si se produjera una pequeña movida hacia la izquierda, si algún político burgués "progresista" o oficial "patriótico" estuviera dispuesto a firmar una declaración hueca reconociendo la "hegemonía del proletariado", Lora se prestaría al juego.

Un artículo publicado en la revista de la Tendencia Cuartainternacionalista de Lora poco después del golpe de García Meza de 1980 declaró:

"El objetivo central del momento consiste en configurar el frente antiimperialista, al que pueden ingresar los democratizantes [vale decir Siles y Cía.], a condición de que se subordinen a la estrategia del proletariado."
Internacionalismo, diciembre de 1980

¡Como si fuera posible que la burguesía se subordinase políticamente a sus sepultureros!

Aún las referencias de Lora de preservar la "independencia de clase" y rehusar sumarse al gobierno burgués tienen más que ver con el menchevismo que con el bolchevismo. Tras la postura de "independencia" pasiva se esconde la política del seguidismo liberal. En la Revolución Rusa de 1905 los mencheviques adoptaron una resolución sobre tácticas advirtiendo contra "perder su identidad en la democracia burguesa"; en lugar de "tomar o compartir el poder en un gobierno provisional" (como sostuvieron los bolcheviques. de Lenín) los socialdemócratas debían "mantenerse como un partido de la extrema oposición revolucionaria" (The Mensheviks in the Russian Revolution). Lo que esto significaba concretamente era dejar gobernar a los liberales burgueses, los cadetes, sin intromisiones de los socialdemócratas. En el mismo espíritu, el POR neomenchevique no dijo ni una palabra sobre la lucha contra el régimen de la UDP, ni llamó por un gobierno obrero y campesino en los momentos cruciales cuando Siles y Cía. se instalaban con el beneplácito de los carniceros uniformados.

El POR de Lora proclama con rimbombancia "revolución y dictadura proletarias" e incluso tratan de "Lo que será la insurrección"; pero lo impresionante en la propaganda de Masas es la absoluta ausencia de demandas transitorias que conduzcan a la lucha por el poder. Las únicas demandas concretas levantadas por el POR como "Tareas del momento" en una coyuntura cuando los mineros estaban en huelga contra el régimen militar fueron las mismas reivindicaciones de los burócratas lechinistas de la COB/FSTMB: "salario mínimo vital y escala móvil", "retiro de las tropas del Ejército de las minas", "seguro por cesantía", etc. ¿Y qué hay de la gestión obrera de COMIBOL, el control obrero de la industria, milicias obreras y sobre todo los soviets? ¡Nada! La única referencia a la necesidad de un órgano de poder revolucionario es un lema, "Asamblea Popular: el camino del socialismo". Pero la Asamblea Popular, que sufrió una derrota vergonzosa ante Banzer, consistió en gran parte de delegados nombrados a dedo y fue establecida para apoyar al "general del pueblo", Torres. En cuanto al proyecto de colaboración de clases de Lechín por la "cogestión obrera mayoritaria", en 1971 Lora alabó "la lucha por imponer la coparticipación" como "el verdadero canal de movilización hacia el poder" (Bolivia: de la Asamblea Popular al golpe fascista).

Sólo la revolución proletaria pondrá fin al ciclo de golpes y frentes populares en Bolivia. Es también ésta la única manera en que los mineros puédan obtener la victoria en arrancar el control de manos de una burocracia parasitaria del estado capitalista. Tal revolución, para sobrevivir y abrir el camino hacia un futuro socialista para los empobrecidos obreros y campesinos de Bolivia, debe ser extendida mucho más allá de las fronteras de este país andino mediterráneo. Pero en el fondo Lora y Cía. son nacionalistas no muy diferentes de su primo político más inescrupuloso al sur, el aventurero argentino Nahuel Moreno. Ya dos veces el apoyo del POR al nacionalismo burgués ha contribuído a descarrilar potenciales revoluciones obreras. Además la "internacional" de Lora es casi exclusivamente sudamericana y la consigna máxima del POR es por los Estados Unidos Socialistas de América Latina. En contraste, los trotskistas de la TEI buscamos forjar un auténtico partido leninista de vanguardia para dirigir a la clase obrera en la lucha por la revolución socialista desde el Cono Sur hasta el corazón de Norteamérica.

La lucha por forjar partidos genuinamente bolcheviques en América Latina es una tarea ardua que requiere una ruptura política clara con el nacionalismo y con los valores sociales de una izquierda nacionalista que imita a sus propios amos, abrazando los valores que han producido un sinnúmero de caudillos burgueses masacradores. Nahuel Moreno, el bandido político seudotrotskista argentino, es un arquetípico "revolucionario" latinoamericano. Este aspirante a líder máximo aplaude y se siente hermanado con todo sangriento hombre fuerte del Tercer Mundo, desde el general Perón hasta el feudalista iraní Jomeini. Lora, que quiere ser el ala laboral de un Kuomintang latinoamericano, curiosamente traduce mal a Trotsky afirmando que el proletariado tiene que ser el "caudillo" (en alemán: Führer) de la nación oprimida. Tanto Lora como Moreno naturalmente defienden la "soberanía nacional" de sus respectivas mini patrias contra el vecino Chile. (Bolívar fracasó en su intento de unificar a las ex colonias españolas sobre una base burguesa, dado que los imperialistas, especialmente los británicos, pusieron a los dirigentes regionales uno contra otro. Pero el proletariado internacional tendrá éxito donde fracasó Bolívar.) Para los abusivos machistas imitadores de la "izquierda" nacionalista pequeño burguesa, lo que se entiende como una escisión programática sería gritar: "Cabrón, me encamo con tu mujer. Y tú robas fondos del partido." Y por supuesto echan la culpa de todo a agentes yanquis de la CIA, excusando así a sus propias clases dominantes.

Los bolcheviques de Lenín fueron capaces de construir un partido comunista internacionalista en la Rusia zarista. Tras de ellos había un siglo de profunda alienación de la entera intelectualidad de los valores sociales y la moralidad de la autocracia zarista y la aristocracia terrateniente. (Lenín admiró a Chernyshevsky y tomó el título de su novela, ¿Qué hacer?) Bajo las condiciones de la tumultuosa historia política de Rusia, de todo esto – el ascetismo generalizado de la intelectualidad y su rechazo del chauvinismo gran ruso (la misma Rusia era un poder imperialista opresor), junto con la lucha política de los marxistas contra los populistas sobre la cuestión del proletariado versus el campesinado como la fuerza revolucionaria impulsora, y la lucha dentro del proletariado sobre reforma versus revolución – los bolcheviques pudieron cristalizarse como un partido de masas ligando una pequeña fracción de esta intelectualidad purificada con una joven, áspera y grande clase obrera, anhelante y combativa, separada por sólo una media generación de la servidumbre.

Estas precondiciones subjetivas no prevalecen en forma masiva en ninguna parte de Latinoamérica hoy, aunque en el altiplano andino, por causa de la sindicalización y politización de un proletariado muy aislado y concentrado, las duras realidades de la lucha de clases van en contra de los timadores seudosocialistas. Por todo el continente la intelectualidad "izquierdista" comparte profundamente los valores que se extienden a través de las capas altas de las sociedades latinoamericanas. Se necesitarán agudas luchas revolucionarias a escala internacional para construir partidos comunistas de masas en América Latina. Hoy debemos crear grupos de propaganda trotskistas internacionalistas y revolucionarios, luchando por el programa de la revolución permanente contra el frente popular, el nacionalismo, y el cinismo y la corrupción que los acompañan. Bajo las agudas condiciones sociales y económicas de América Latina, un auténtico movimiento proletario socialista podría madurar muy rápidamente. Desde la cima de los Andes hasta las selvas tropicales de Centroamérica, el camino para la liberación es la lucha por reforjar la IV Internacional de León Trotsky como el partido mundial de la revolución socialista.